La mejora genética no siempre requiere laboratorio: muchos criadores emplean métodos artesanales. Consiste en cruzar híbridos selectos entre sí o retrocruzarlos con una especie parental para acentuar ciertos rasgos (color, forma, resistencia). Se repite el proceso durante varias generaciones, eligiendo las plantas más homogéneas. Esta práctica requiere observación y constancia, pero permite obtener híbridos exclusivos con gran valor ornamental. Además, mejora la adaptabilidad a climas locales. Muchos de los híbridos más famosos del mundo nacieron de experimentos domésticos en viveros pequeños.
